El modo de producción capitalista ha engendrado un ser humano enajenado, con el ADN de la pobreza, la miseria, la violencia y la muerte, al interior de una unidad llamada familia nuclear, quien ha respondido más a los apetitos económicos que al crecimiento emocional, intelectual y social de sus integrantes. Esta es la familia ácida. Más allá de la familia está la escuela, una institución que emerge con su papel socializador y como espacio de relaciones culturales. Familia y escuela, en la actualidad, exteriorizan más conflictos y reparos que cooperación en la formación de los infantes y adolescentes, asunto que dificulta el abordaje del mostruo de la violencia intrafamilar, maltrato infanatil, matoneo y desesperanza. En este sentido, el libro arriesga una fotografía de la situación de un país en el que se quiere hacer creer, que con los acuerdos de Paz, con la insurgencia, el mostruo fenecerá, ignorando que más del 80% de la violencia fluye de lo cotidiano, de la corrupción y la impunidad. Llama también la atención acerca de la salud mental de los nacionales, de los docentes y del orientador escolar, destinado, desde su génesis a la prevención primaria de trastornos mentales.