En el verano de 1932 Juan O'Gorman, un jovencísimo arquitecto que aún no se ha titulado, termina en México DF la construcción de las casas estudio que ha proyectado para Diego Rivera y Frida Kahlo. Tras una empalizada de cactus dos cubos casi perfectos –pintado uno de azul intenso, de rojo y blanco el otro- se elevan sobre delgadas columnas de hormigón desnudo ante la mirada atónita de todo el mundo. Las casas tienen un aspecto extraño, no se parecen a ninguna obra que se haya hecho antes en México. Su construcción es de una extrema racionalidad y eficiencia pero al mismo tiempo su estructura, sus volúmenes y huecos se acompasan con una plasticidad inusual y generan una atmósfera marcadamente onírica. Constituyen una auténtica obra maestra de arquitectura, un extraño fruto que surge de forma inesperada de la mano de un desconocido. Sin embargo detrás de esta obra hay toda una historia que se remonta bastantes años atrás, una historia que traba íntimamente la arquitectura con la pintura a través del compromiso político. En ella participan un sinfín de personajes relevantes -Edward Weston, Tina Modotti, Manuel Álvarez Bravo, Carlos Obregón Santacilia, José Antonio Cuevas, Guillermo Zárraga, Le Corbusier, Vladimir Maiakovsky, Moisei Ginzburg, Sergei Eisenstein, Alfred Barr, Lev Trotsky, Henry Ford, Albert Kahn…- en un entramado que enlaza México DF con ciudades tan distantes como París, Moscú y Detroit. Esa historia, el largo preludio de una arquitectura extraordinaria, es lo que cuenta el presente libro.