En este trabajo abordamos dos ejemplos históricos, Siderca y los molinos harineros, que muestran que los límites de la acumulación en la Argentina se explican por la dinámica normal del capital y no por su distorsión. Esto deja planteado que la crisis recurrente de nuestro país, como parte de la economía mundial, es resultado normal y no propio de la dinámica de un capital deformado. Entender la dinámica real y abandonar los modelos ideales, nos mostró que los capitales más chicos no son más que el residuo de la competencia y que no tienen ningún potencial para enfrentar al capital más concentrado. Estas capas del capital son caras de la misma moneda y ninguna tiene intereses comunes a la clase obrera por el simple hecho de ser nacionales. Eso es lo que hemos querido poner de relieve en nuestra crítica a los «monopolistas» argentinos: el abandono del marxismo a favor de los presupuestos del liberalismo lleva a posiciones políticas, en el mejor de los casos, confusas, cuando no directamente reaccionarias.