Por mérito propio, Jorge Ibargüengoitia se incorporó al intenso trayecto de la narrativa mexicana del siglo XX, abordó el ferrocarril revolucionario en el fragor de la epopeya y se apeó en la estación de la parodia con la firme intención de inaugurar una nueva forma de percibir la historia. "Los relámpagos de agosto" es un relato ficticio que se desarrolla en las postrimerías de la gesta revolucionaria y describe las vicisitudes de un grupo de militares. Para seguir las peripecias de la ironía y los golpes de "la pérfida y caprichosa Fortuna" en la vida del coronel José Guadalupe Arroyo, es necesario abordar el Zirahuén, esa máquina ferrocarrilera que atraviesa las incongruencias de la historia y del destino. Jorge Ibargüengoitia ejecuta implacablemente todos los artificios de la ironía para despojar la auréola mítica que enaltece a los caudillos revolucionarios y los hace descender del pedestal de los "héroes que nos dieron patria" para mostrarlos como hombres ordinarios e impulsivos en una sublevación perfectamente desorganizada contra la naciente clase política.