No contento además con descerebrar a sus víctimas, el alzhéimer, insidioso y progresivo, acaba agotando, más que ninguna otra enfermedad, a los cuidadores, mujeres en su mayoría. Es un desgaste silencioso y sacrificado frente al cual las autoridades sanitarias se muestran bastante insensibles, por impotencia y falta de recursos. Y las previsiones futuras de multiplicación de casos tampoco parecen afectarles demasiado. La detección precoz y algunas medidas de prevención de dudosa eficacia son hoy por hoy las endebles armas contra el alzhéimer, aunque ese diagnóstico temprano sin remedios a la vista puede ser fuente de terribles angustias.