El autor señala con coraje que otra Iglesia y otro mundo no sólo son posibles sino necesarios. El mundo ha sido arrastrado a una crisis nunca conocida y no queda más remedio que salir de ella. El camino puede ser una ruptura radical con la huida hacia adelante del siempre más , en todos los campos. Estamos en peligro, la aventura humana de nuestro planeta podría volverse impracticable para todos. La insurrección pacífica se hace necesaria para que no ofrezca a los jóvenes únicamente el consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y la cultura de la competitividad del todos contra todos . Y para nosotros los creyentes siempre queda la seguridad, fuerza y luz del Espíritu Santo: He aquí que todo lo hago nuevo (Ap 21, 5). Entre luces y sombras, angustias y esperanzas, alegrías y dolores, consolaciones y desolaciones, se impone la experiencia del Abba, Padre . Intento abrir ventanas a todos los creyentes agnósticos, pobres y excluidos porque todos tenemos que subirnos a la utopía para llegar a la fraternidad universal de todas las razas, culturas, religiones, mujeres y hombres de buena voluntad.