La comprensión del dolor abarca también todas las esferas de la percepción y de la emoción: en tanto sensación puede ser modulado y hasta sublimado; en tanto grito de alarma, reconocido y ponderado; en tanto sufrimiento, consolado y menguado; en tanto expresión de vitalidad, reconocido y justipreciado. La palabra misma tiene su atractivo sensorial, derivado tal vez de su simetría, con la vocal reiterada que ilustra un grito simultáneo y el asombro de unos ojos bien abiertos a ambos lados de la "L". El dolor remite al sufrimiento, pero también a la redención, al abatimiento y al estoicismo. Casi no tiene sinónimos, al menos en español, pues en inglés admite pain, sore, ache y throe. El dolor clama, grita, reclama, exige, limita, aprisiona, lastima, daña, revela, traduce. Su connotación se extiende hasta el dolo, al injurio de mala fe. Es recurso e invalidez, excusa y disculpa, razón y pretexto, expiación y castigo. Hoy entendemos mejor a los dolientes, atendemos sus implícitos y profundizamos en sus mecanismos. Ya no se trata sólo de anularlo sino de enfrentarlo y comprenderlo. La misión de los médicos para con quienes sufren por dolor no es sólo la búsqueda antiálgica o analgésica, sino la comprensión plena de la persona doliente. No se trata de atender el dolor, sino de hacerlo con quienes lo sufren. Por eso este libro hace énfasis en la evaluación integral del paciente con dolor. No se trata de cancelarlo sino de profundizar en él, aunque a veces lo más que se logra es borrarlo, alejarlo, ocultarlo.