Endara conjuga los elementos de una escritura sicalíptica con aquellos sombríos que nos hacen desviar la mirada del dolor y más precisamente de la muerte, como dos fuerzas que generan un campo de sensación privilegiado, donde es factible apelar al devenir incierto como la única certeza resultante, cuyo centro puede ser descifrado en un ejercicio hermenéutico que incluye el conjuro de lo desconocido, en la apelación inexorable a la esperanza y al amor. Este es el horizonte de la poesía de Sebastian Endara, una poesía musical y sonora, con imágenes que fragmentan el sentido de lo real y descomponen el orden causal para el encuentro de nuevas formas estéticas de apreciación del mundo.