Reflexionar sobre los problemas de la enseñanza de la historia es una actividad a la que se enfrentan continuamente docentes, y diversos actores sociales, porque la historia que se enseña en las escuelas es entre otras cosas una asignatura que permite ayudar a los alumnos a entender nuestro mundo social, por eso el delicado interés de atender y decidir qué deben saber de él, cómo lo deben aprender y a qué se aspira con la formación de los alumnos en este campo. La autora analiza las nociones de democracia y de identidad cultural que se propician con la enseñanza de la historia en diversos estudios de caso, cómo algunos profesores contribuyen o limitan la formación de las identidades culturales, las limitaciones del libro de texto y las innovaciones que algunos docentes realizan para promover la inclusión en procesos de democracia participativa y el respeto a la diversidad cultural. Se ofrece a la vez algunas sugerencias para abordar un curriculum histórico que permita a los alumnos representarse a sí mismos de manera dialéctica, como sujetos históricos con capacidad de poder, para propiciar cambios en su mundo.