Roberto M. Cataldi Amatriain es médico, catedrático, ensayista, humanista y bioeticista, en suma, un exponente de Las Dos Culturas, también es un intelectual. En esta obra aborda los orígenes, la esencia y la presencia de los intelectuales, explorando circuitos no necesariamente canónicos, si bien a estos les dedica no pocas referencias. Examina hechos y sucesos protagonizados por personajes que han irrumpido en el ágora para denunciar, criticar o analizar en público los problemas que inquietan al hombre, su entorno, las sinuosidades del poder, la vida en sociedad y sus barreras contextuales. Para el autor la intelectualidad o la intelligentzia es un parque temático habitado por aquellos que tienen el coraje de caminar por la cornisa, los que sin red incursionan en los meandros de la política, los condenados a ser marginados, los que el destino les dedica una misa de réquiem, y no faltan los que el poder logra seducir convirtiéndolos en intelectuales instrumentales o exitosos cortesanos. El autor emplea diversos recursos y, con audacia literaria despliega una mirada escrutadora sobre las contingencias, el estilo, los gestos, las ideologías, los mitos, las etiquetas y las imposturas de les élites intellectuelles. Cree necesario exponer la problemática que nos asedia, visualizando los planos de discusión donde se involucran los "verdaderos intelectuales", que no suelen ser hombres de acción, pero tampoco de manos muertas, sin embargo poseen suficiente gimnasia analítica y reflexiva para gestionar los problemas humanos actuales, básicos, trascendentes, despertando una conciencia anticipatoria. Considera que la misión es descorrer los velos y sacar a la luz conflictos encubiertos u oscuros. Aquí no están ausentes los trucos retóricos (de las ideologías de derecha como de izquierda), las ambiciones y maniobras de los amanuenses, ciertos resquemores así como los conflictos amañados por intereses de capilla o think tank, al igual que ajustes de cuentas y vejámenes entre otras miserias morales o mortales. El autor persigue una mirada omnipresente, que como toda mirada tiene sus zonas de ceguera y, piensa que el intelectual debería mirarse en el espejo de la humanidad, formulándose la célebre pregunta de Hamlet que encierra la contradicción de ser o no ser, de actuar o no actuar, más allá que en ocasiones deba recurrir a la autocensura, pues, ser intelectual no implica ser un héroe o un mártir como algunos reclaman.