Tanto el final del siglo XX como el inicio del siglo XXI han sido testigos de un alarmante aumento de la utilización del Derecho Penal como principal forma de control social. Esto produce una terrible consecuencia: el encarcelamiento del ser humano. Terrible porque el hombre ha nacido para vivir en libertad, junto con sus semejantes. Sin embargo, la aplicación indiscriminada del Derecho Penal dio lugar a que, en muchos países, el sistema penitenciario no respondiera a los fines para los que había sido pensado. El hacinamiento en las cárceles produce efectos nefastos para el ser humano. Si bien es cierto que en algunas situaciones excepcionales, el hombre, que haya cometido una infracción penal deberá ser condenado al cumplimiento de una pena privativa de libertad, por otro lado, esta pena no podrá aplicarse de modo que hiera su dignidad como persona