La calidad del hábitat condiciona la calidad de vida de sus habitantes y es el resultado de la interacción permanente entre los actores que lo construyen y los habitantes que se apropian de él; por ello, tanto la capacitación e idoneidad de sus productores como el nivel de satisfacción de los usuarios determinan la calidad de este proceso. La calidad constructiva implica una garantía real para el usuario cuando el diseño se sustenta en una práctica proyectual conectada con la producción, con el conocimiento de las técnicas actuales y respondiendo a las necesidades del destinatario. ¿Cómo evaluar la calidad constructiva? A través del estudio del desempeño edilicio, es decir, su comportamiento en uso. Los requisitos exigidos por la Norma ISO 6241 de Performance edilicia, permiten evaluar el desempeño considerando las situaciones ambientales, las condiciones de ocupación requeridas por los usuarios y los modos de gestión administrativa adoptados. Los desajustes entre las condiciones efectivas relevadas y las condiciones de desempeño exigidas permiten definir las causas de las fallas detectadas y proponer soluciones alternativas. En la actualidad, la necesidad de mantener en valor el parque habitacional plantea el desafío de definir desde la concepción los criterios de calidad constructiva, tipológica y administrativa, que permitan destinar lo posible al mantenimiento edilicio a lo largo de su ciclo de vida. La participación popular en la gestión del hábitat aparece como respuesta a la insuficiencia de políticas públicas que satisfagan las necesidades de rehabilitación y mantenimiento del mismo, pero la estrategia participativa por sí sola no garantiza el éxito. Es necesario el apoyo y la acción estatal para su concreción.
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