La ética del discurso surgió como una reformulación al imperativo categórico, en vista a las críticas hegelianas a la ética kantiana, ubicando el locus de la justificación moral fuera del sujeto en la ontologización del lenguaje. Sin embargo, aunque las críticas hegelianas no se aplican a la ética del discurso, éstas tampoco sobreseen la ética propuesta por Kant, porque el reconocimiento ya está contenido en la estructura del individuo kantiano. Desde el punto de vista precedente se puede afirmar que las cuatro crítica hegelianas recogidas por Habermas pueden ser sintetizadas en el fundamento último de la ética racional kantiana: el sujeto desvinculado moderno, cuyas consecuencias se dejan resolver si es que se comprende que el individuo kantiano no se desenvuelve en la idealidad de su propio recogimiento, sino en la confirmación de sí por medio de los demás.
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